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CPALsj: P. Jorge Cela Sj “Lo que aprendimos del Río +20”

“Es necesario que todos nos impliquemos, sin esperar que las iniciativas bajen de arriba. Es necesario ponernos en marcha sin necesidad de ser empujados por órdenes o incentivos. Nuestra motivación está en el deseo de en todo amar y servir, en el crecido sentido de cuerpo.”

 

Nota de www.cpalsj.org

 

Lo que Aprendimos de Río +20

P. Jorge Cela Sj Presidente CPAL.

Río+20 ha sido la Conferencia Internacional organizada por las Naciones Unidas en busca de un mundo sostenible. Su primer fracaso fue no lograr que Barack Obama viniera. Por la
importancia de los Estados Unidos en el conjunto de las naciones y por su persistente resistencia a firmar acuerdos internacionales en defensa del medio ambiente, esta negativa
significaba que poco se podría avanzar en los acuerdos internacionales. Y así fue efectivamente. Todos reconocen que el documento final se queda muy corto ante la urgencia  de los grandes problemas ambientales como son la contaminación, el cambio climático y los problemas del agua y la energía.

Sin embargo, hay que reconocer que el evento sirvió para despertar más la conciencia de la importancia de la ecología en el futuro que soñamos, sobre todo desde la cúpula de los pueblos celebrada paralelamente. También ha sido un impulso más en la presión ejercida sobre los grandes que condicionan el desarrollo humano al crecimiento económico. Pero sobre todo ha sido el escenario para pasos importantes al margen de los grandes acuerdos
internacionales, como son los siguientes:

– Bancos, inversionistas y aseguradoras, 50 países y grandes corporaciones hicieron un llamado colectivo para poner en valor y contabilizar el capital natural, con la Declaración de Capital Natural.

– Los gobiernos de algunos países como Mozambique, Reino Unido e Indonesia anunciaron importantes decisiones hacia un futuro sostenible.

– Ocho de los bancos de desarrollo más grandes del mundo anunciaron un cambio fundamental en la inversión en carreteras y transporte público, con una inversión de 175 mil millones de dólares para promover autobuses, trenes y carriles para bicicletas.

Pero nos queda la pregunta: ¿valió la pena tanto esfuerzo e inversión para tan corto resultado?

Es importante que miremos a las lecciones aprendidas en Río+20.

Indudablemente la primera es que nos ha fortalecido la conciencia ecológica. No podemos pensar nuestro futuro sin tenerla en cuenta. No podemos pasar de largo, como el sacerdote y el levita, ante un problema en que nos jugamos nuestro futuro.

Nos ha ayudado a ampliar nuestra mirada sobre el problema ecológico. A descubrir que no es sólo un tema medioambiental. Implica una manera de concebir la economía, centrada más en el desarrollo humano que en el aumento de la productividad; de toma de las decisiones políticas, teniendo en cuenta el conjunto, superando el inmediatismo; siendo críticos de nuestra cultura, sometida a la tiranía del consumismo; incorporando en nuestra perspectiva la  sabiduría de otras culturas y las necesidades de los pueblos sumidos en la pobreza y la  exclusión.

A los jesuitas nos abre a descubrir la dimensión ecológica de todo apostolado nuestro, y a profundizar en la teología de la creación y la espiritualidad de la contemplación para alcanzar amor.

La segunda lección es aprender que en temas tan importantes tenemos que estar atentos a
que “el amor está más en los hechos que en las palabras”. Conceptos como “economía verde” trataron de usarse en Río+20 para ocultar la falta de compromiso real y de disposición a asumir las consecuencias de una opción por un futuro sostenible.

El documento final se ha dicho que “no implica ningún avance sólido, sino meras y débiles declaraciones de intenciones, en la mayoría de los casos reiterando objetivos ya existentes en otros textos”. Muchas veces las declaraciones ocultan en palabras bonitas la actitud de segundo binario, que evade la toma de decisiones que implican dolor, compromiso, ruptura.
Nos puede pasar con la ecología. Pero nos puede pasar también con el Evangelio, o con nuestra misión.

Tenemos que estar atentos para que el Proyecto Apostólico Común no se quede en afirmaciones generales que no impliquen cambios, renuncias, esfuerzos por un compromiso colectivo y verdadero. Tenemos que convertirlo en resultados concretos. Por eso en los primeros días de octubre se reunirá la comisión de seguimiento del PAC para definir indicadores, cronograma, instrumentos de monitoreo y evaluación. No queremos ser magos de la palabra, sino servidores de la misión recibida para bien de nuestros pueblos.

Pero no basta con esto. Es necesario que todos nos impliquemos, sin esperar que las iniciativas bajen de arriba. Es necesario ponernos en marcha sin necesidad de ser empujados por órdenes o incentivos. Nuestra motivación está en el deseo de en todo amar y servir, en el crecido sentido de cuerpo. Son las iniciativas que ya se van tomando las que a todos nos motivan, nos animan, nos mueven a salir de nuestro propio querer e interés; de nuestras capillas individuales o provinciales; y nos disponen a una oblación de mayor estima y momento.

Por eso es estimulante descubrir con el mapeo realizado en América Latina la multitud de iniciativas ecológicas de la Compañía; el interés por difundir el documento “Sanar un Mundo Herido”; el entusiasmo con que el sector social se dispone a trabajar sobre el tema; la significativa presencia en Río+20 (Fe y Alegría y CVX en el evento oficial; los centros sociales de América Latina, la Pontificia Universidad Católica de Río, el Colegio San Ignacio, el Anchietano, el GIAN y la CPAL en la cúpula de los pueblos). Todo esto quedó expresado en la emotiva liturgia celebrada en el anfiteatro de la PUC.

Ha sido una hermosa experiencia de apertura de nuestro compromiso colectivo por sanar las heridas de nuestro mundo. Una buena muestra de nuestra capacidad de trabajar unidos como corresponsables en la misión.

Rio de Janeiro 29 de Junio de 2012

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