Ex alumno del Colegio San José de Barranquilla, Gabriel García Márquez falleció el pasado jueves 17 de abril en su casa en Ciudad de México, sólo días después de haber dejado el hospital donde estaba internado por un cuadro de neumonía.
El escritor colombiano, premio Nobel de Literatura se destacó además por su compromiso con la paz y con la realidad social de su país natal, Colombia.
El “Gabo” estudió en el Colegio San José desde 1940, en donde publicó sus primeros poemas en la revista escolar Juventud. Institución perteneciente a FLACSI ubicada en el centro histórico de Barranquilla que desde 1917 hasta 2013 se constituyó como la “obra bandera” de promoción social de la Compañía de Jesús en Colombia.
En todo el mundo, especialmente en México y Colombia, han honrado a García Márquez y lo reconocen como el colombiano más importante de todos los tiempos. El hombre que describió al mundo desde algo que sólo él pudo crear: el realismo mágico.
Te presentamos a continuación algunos extractos de su obra autobiográfica “Vivir para contarla” donde recuerda su paso por el Instituto San José (en ese entonces “Colegio San José”):
“Al cabo de largas discusiones y consultas, con muy escasa participación mía, mis padres se decidieron por el Colegio San José de la Compañía de Jesús en Barranquilla. No me explico de dónde sacaron tantos recursos en tan pocos meses, si la farmacia y el consultorio homeopático estaban todavía por verse. Mi madre dio siempre una razón que no requería pruebas: «Dios es muy grande»”.
“Yo lo observaba trastornado por la emoción celestial de estar descubriendo el único y secreto modo de escribir la poesía. Así fue siempre en mis años del Colegio San José, que me dieron la base retórica para soltar mis duendes”.
“El Colegio San José estaba a unas seis cuadras, en un parque de almendros donde había estado el cementerio más antiguo de la ciudad y todavía se encontraban huesecillos sueltos y piltrafas de ropa muerta a ras del empedrado. El día en que entré al patio principal había una ceremonia del primer año, con el uniforme dominical de pantalones blancos y saco de paño azul, y no pude reprimir el terror de que ellos supieran todo lo que yo ignoraba. Pero pronto me di cuenta de que estaban tan crudos y asustados como yo, ante las incertidumbres del porvenir”.
“Mi único argumento contra el Colegio San José, uno de los más exigentes y costosos del Caribe, era su disciplina marcial pero mi madre me paró con un alfil: «Allí se hacen los gobernadores». Cuando ya no hubo retroceso posible, mi padre se lavó las manos: —Conste que yo no dije ni que sí ni que no”.