San Alonso Rodríguez ha ganado merecida fama por la santidad extraordinaria, y mística, a la que llegó en su trabajo ordinario de portero en un Colegio jesuita. Es el Patrono de los hermanos jesuitas. Su fiesta se celebra el 31 de octubre.
A continuación te mostramos su historia tomada del libro “Santos y Beatos de la Compañía de Jesús” escrito por el P. Jaime Correa, SJ.
Alonso Rodríguez nació en Segovia el 25 de julio de 1531. Sus padres eran comerciantes, de lana y paños y tenían una granja en las afueras de la ciudad. Fueron 11 hermanos, él era el tercero.
Sabemos que, cuando tenía diez años, en 1541, dos jesuitas pasaron por Segovia y se alojaron en la granja de sus padres. Uno de ellos era el Bienaventurado Pedro Fabro, el primer compañero de San Ignacio. Este primer contacto con los jesuitas fue recordado siempre por Alonso, señalándole gran importancia para la orientación de su vida.
En 1545, Diego y Alonso, los dos hijos mayores varones, fueron enviados a Alcalá a estudiar en el Colegio que acababan de abrir los jesuitas en esa ciudad.
En 1557, a los 26 años, contrajo matrimonio y tuvo un hijo y una hija. Aunque no marcharan bien los negocios familiares de las lanas, parecía un hombre feliz y daba gracias a Dios por su familia. Sin embargo, la niña murió muy pronto. Poco después, en 1561, murió también la esposa. Así a los 30 años se vio viudo y con un hijo pequeño a quien cuidar. Volvió a la casa de su madre quien
Pero la desgracia parecía perseguirlo. Un año más tarde, murió doña María, su madre. Un mes después, murió también su hijito, a quien quería como a nadie en el mundo.
El dolor podría haberlo llevado a la desesperación. Habían sido numerosas y demasiado grandes sus desgracias. Y sin embargo, hombre piadoso, se volvió a Dios. ¿Qué quería el Señor? ¿Cuáles eran sus caminos? ¿Qué deseaba que hiciese?
El discernimiento duró seis años. Había que comenzar de nuevo, con casi 40 años, entregó sus bienes a sus hermanas y decidió ir a Valencia, adonde había sido destinado su director espiritual. Dos años de probaciones, algunos estudios y servicios domésticos para ganarse el sustento. Por fin, fue presentado al P. Provincial de Aragón para ser admitido como Hermano. Por segunda vez el voto de los examinadores fue negativo. Sin embargo, el P. Provincial decidió admitirlo. “Recibámoslo para santo“, fueron sus palabras.
Dada la responsabilidad que mostró en la vida comunitaria y en lo espiritual, los Superiores lo destinaron al Colegio de Montesión en Palma de Mallorca. Allí debería ayudar en la obra del Colegio que se hallaba en construcción y atender la portería.
En Mallorca hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia el 5 de abril de 1573. Su oficio de portero consistía en abrir, cerrar, dar razones a los de dentro, dar encargos a los de fuera. Con absoluta uniformidad, día tras día. Y fueron 46 años.
Al darse cuenta los Superiores de su profunda vida interior, le pidieron, por obediencia, que escribiera su vida, con las experiencias espirituales. Lo hizo en varias entregas, desde 1604 hasta 1616. Escribió, también por obediencia, una serie de tratados espirituales que hoy ocupan tres gruesos volúmenes. Sobre el Padre nuestro, la unión con Dios, la limpieza del alma, la humildad, la mortificación, la oración, la tribulación, la caridad. Sorprendente.
En 1605, el joven jesuita Pedro Claver fue destinado al Colegio de Montesión, a terminar los estudios de Filosofía y a ejercitarse en la experiencia del magisterio. Los santos siempre se han entendido. Muy pronto surgió una amistad muy profunda entre el anciano y ese joven admirable. Pedro Claver encontró en San Alonso un confidente, una persona con quien él podría conversar cosas espirituales.
Poco a poco se transformó en discípulo. San Pedro Claver trató y discernió, con ayuda del Santo Hermano Alonso, el plan de partir a América a trabajar con los más humildes. San Alonso fue su verdadero apoyo.
San Alonso fue declinando lentamente. Cuando su salud y su edad no le permitieron ya ser el portero titular, a los 73 años, pasó a ser el ayudante del portero.
También en la enfermedad se manifestaba la voluntad de Dios. El 31 de octubre de 1617 murió plácidamente, confortado con todos los sacramentos de la Iglesia
La muerte del hermano puso en conmoción a toda la ciudad. Todos se dieron cita en el Colegio, desde el Virrey, los miembros del Cabildo, las comunidades religiosas, franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos, trinitarios y religiosas. Los fieles colmaron la Iglesia y con gran devoción asistieron a su funeral. Por cierto, todos estaban persuadidos de que había muerto un santo.
El santo portero siempre había sido apreciado por su delicadeza y su alegría, y sólo a su muerte pudieron conocerse sus Notas espirituales y la profundidad y calidad de su vida de oración. El hermano humilde había sido favorecido por Dios con gracias de un notable y verdadero misticismo, éxtasis y visiones, tanto de Nuestro Señor, como de la Virgen María y de los santos.
Fue canonizado el 15 de enero de 1888, en compañía de su discípulo San Pedro Claver y el joven jesuita San Juan Berchmans. La Compañía de Jesús lo reconoce como maestro espiritual y como el Patrono de los hermanos jesuitas. Mallorca lo tiene como su Patrono.
Fuente: Libro “Santos y Beatos de la Compañía de Jesús”, P. Jaime Correa, SJ.