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Haití: “Diyite” Columna de reflexión por Sebastián Bowen

“Por eso esta demostración de dignidad que los niños portan por medio de sus uniformes debe tener una contrapartida más allá de las formas, es decir, en el contenido de la escuela”.

“Diyite”

Todas las mañanas se ven en los pueblos de Haití largas filas de niños y niñas caminando  rumbo a sus escuelas. Vendrán de los campamentos que hay cubiertos de barro en esta época, de las calles atochadas de vehículos, o de los campos de caña y maíz, pero todos vienen con sus uniformes escolares perfectamente impecables y coloridos.

Zapatos lustrados, camisas y pantalones recién planchados, faldas y vestidos bordados, vuelitos en los pies y adornos perfectamente encajados. No deja indiferente al extranjero ver en un país de escombros, tierra y polvo, niños vestidos y ordenados con tal limpieza, dedicación y  belleza. Como si el ir a la escuela fuera para ellos dignidad pura, y el uniforme, la forma más palpable de mostrar ante el resto dicha dignidad.

Siendo la dignidad el valor que todo ser humano tiene por el solo hecho de ser, nadie tiene la potestad para quitársela a otro, tampoco para darla, pertenece a cada cual más allá de su coyuntura. Pero si nos queda, en cambio, reconocerla, o en el peor de los casos, desconocerla.

Con sus uniformes, los niños y sus familias, reconocen la dignidad inherente en ellos mismos y en su educación. Y no es casual esta relación entre escuela y dignidad. Creer en la dignidad es también confiar en la capacidad de todo ser humano cuando se desarrolla, es la fe en la voluntad de los hombres y mujeres. La dignidad, al igual que la educación, es una apuesta de esperanza en lo que el ser humano puede hacer y llegar a ser cuando se le brindan verdaderas oportunidades que reconocen el valor intrínseco y original en toda persona.

Por eso esta demostración de dignidad que los niños portan por medio de sus uniformes debe tener una contrapartida más allá de las formas, es decir, en el contenido de la escuela.

En otras palabras, lo que se reconoce con el uniforme, no puede ser desconocido en el aula.

El desafío que tenemos es justamente ese, no dar dignidad a Haití – éste ya se encuentra atiborrado de ella – sino reconocer la dignidad del pueblo haitiano apoyando las oportunidades que la escuela puede brindar, y, de esta manera, facilitar la transformación de estos establecimientos en espacios donde los niños y niñas se desarrollen en libre convivencia. Haciendo que la dignidad no sea reconocible tan solo en el uniforme, sino en la formación de sus docentes, en sus aulas, en la calidad de su enseñanza, en el cuidado de sus materiales y en las condiciones para el estudio.

Fortalecer las capacidades que el propio Haití tiene es el principal aporte que puede dar el compromiso de la comunidad internacional, el camino más sustentable para su desarrollo, y la mejor forma de reconocer aquello que en kreyol llaman… diyite.

Sebastián Bowen es el Director de la Oficina de Planificación y Proyectos de Foi et Joie Haití. Fruto del Convenio de Colaboración que enmarca la labor de la campaña “Ignacianos Por Haití”. www.ignacianosporhaiti.org