Haití tiene cientos de proverbios que su gente conoce, sin excepción, desde su niñez en cualquier rincón del país. Hablan de la vida laboral, de la amistad, de Dios, de la tierra, del dinero, de los problemas cotidianos, etc.
Como verdaderas claves para comprender la vida social haitiana, los proverbios tienen una significancia particular. El peso y la realidad de sus contenidos los posicionan como una estructura normativa oral que pareciera ser más fuerte que cualquier convenio o constitución declarada en Haití.
Un proverbio en especial me ha quedado resonando tal vez por mi condición de ser extranjero trabajando en esta cultura: “Ak paysans n´a we trip foumi”, cuya traducción al español sería “con paciencia vamos a ver la tripa de la hormiga”, y su significación en la vida cotidiana es que sólo el tiempo nos permitirá entender y apreciar lo que está oculto e imperceptible a primera vista.
El valor del tiempo en la cultura haitiana no se mide en horas, minutos, ni plazos; sino es un tiempo medido en el logro de las lentas confianzas, en alcanzar el conocimiento necesario, en llegar a un tácito y profundo entendimiento, en acumulación y comparación de fuerzas, en las posibilidades que la naturaleza va brindando o eliminando, y en la paciencia en la búsqueda de los mejores momentos.
Este proverbio, además de darnos claves para comprender el manejo del tiempo en Haití, nos da un valioso consejo muchas veces menospreciado en nuestra racionalidad instrumental: la relevancia de otorgar el tiempo que sea necesario para entender dinámicas aparentemente incomprensibles en una comunidad o sociedad, y desde ahí, elucubrar posibles soluciones a problemas vitales.
Tendemos a considerar lo incomprensible – lo que no se encierra en nuestros patrones culturales y racionales – como lo errado. Así, paradójicamente, será común elaborar también soluciones erradas, es decir, propuestas ajenas que a largo plazo serán escasamente apropiadas por las comunidades y volverán a ser revisadas en su diseño, destinando grandes sumas de recursos en hacer y deshacer, sencillamente porque nos ahorramos el tiempo necesario para entender lo que sucede.
Si en todo proceso de acción social podríamos definir tres etapas claves que son “ver”, “juzgar” y “actuar”, nuestra soberbia nos lleva demasiado rápido al “juzgar” y luego al “actuar”. Haití nos envía un humilde y subversivo mensaje, por medio de este proverbio, donde nos enfatiza la relevancia del “ver”, y nos dice que no es posible ver lo aparentemente incomprensible sin tiempo ni dedicación. Pareciera ser un consejo directo a la médula del diseño de las políticas públicas en Latinoamérica, para las ONGs que trabajan con comunidades marginadas, y a toda la Cooperación Internacional en Haití de los últimos 20 años hasta la actualidad.
Sebastian Bowen.