El P. Adolfo Nicolás, SJ., dirigió un mensaje a la Asamblea Mundial CVX, celebrada en Líbano el pasado mes de agosto, subrayando la importancia de la sabiduría en la vida de fe y compromiso cristiano.
“La espiritualidad ignaciana continua siendo extremadamente moderna y relevante para nuestro tiempo. Tiene una admirable flexibilidad y creatividad, ya que depende mucho de cómo nos guía el Espíritu de Dios.
A veces tenemos muchas reglas, pero Ignacio nos pide que vayamos por encima de ellas, y veamos cómo nos está guiando el Espíritu. Cada vez que él escribía a los jesuitas en diferentes partes del mundo les dijo que todo lo sometieran al discernimiento. Él da una tremenda libertad a los superiores para discernir, basados y contextualizados en la realidad
presente. La espiritualidad ignaciana nos capacita para el discernimiento y nos habilita para la acción. El discernimiento nos debe llevar a la acción, porque el discernimiento que termina en sí mismo es inútil.
Seguramente habrán oído del Padre Gustavo Gutiérrez, el teólogo peruano, conocido como el Padre de la Teología de la Liberación. Ahora es un sacerdote dominico. En una entrevista le preguntaron: “¿Qué ha sucedido con la Teología de la Liberación?” Él contestó: “Mientras haya pobreza en el mundo, la Teología de la Liberación tendrá algo qué decir. Pero ésta se ha movido en dirección de la espiritualidad. Necesitamos entrenar a más personas para que tengan una perspectiva sobre el mundo”. El periodista entonces le preguntó ¿qué espiritualidad es la mejor para el desarrollo de los laicos en la Iglesia? Sin dudarlo, él respondió: “La espiritualidad ignaciana”.
La espiritualidad ignaciana continúa siendo de gran relevancia porque está enraizada en la realidad… y es la realidad la que nos enseña a cambiar, mucho más que exhortaciones y cartas del Padre General. La espiritualidad comienza con la realidad y nos conduce hacia donde Dios quiere.
Necesitamos entrenar a los jesuitas, no para ser los líderes en la comunidad, sino para acompañar a la comunidad desde el corazón. La mente es necesaria, por supuesto, de lo contrario el corazón podría correr salvajemente. Pero la mente es solamente una ayuda. La
fuerza motora debe venir del Espíritu, y nosotros debemos tener esa sensibilidad hacia el Espíritu. En la visión ignaciana lo que importa es la realidad, la persona, y lo que Dios quiere de esas personas. Y nuestra pregunta es siempre humildemente saber: ¿cómo podemos ayudar? ¿cómo podemos acompañar? ¿cómo podemos discernir? Nuestro lenguaje sobre Dios siempre debe ser humilde, porque sabemos muy poco sobre Dios. Dios es el misterio de los misterios”.
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Fuente: Jesuitas Colombia