versão em Português, clique aqui
Profesores y profesoras de Bolivia, Chile y Perú participan del proyecto “Formadores para la Paz”,que reúne a docentes de estos tres países y principalmente a los de nuestros colegios: Cristo Rey (Tacna), San José (Arequipa), San Calixto (La Paz), San Ignacio (La Paz), San Luis (Antofagasta) y de colegios de la red Fe y Alegría, tanto de Tacna como de El Alto y La Paz. El objetivo central es la educación de los valores necesarios para la construcción de relaciones justas entre los pueblos y de una nueva cultura de paz para la región.
No escribe Cristián Rodríguez, SJ, coordinador de la Misión Jesuita Triple Frontera (Chile – Perú -Bolivia) que convoca a los jesuitas, laicos y colaboradores de las tres comunidades de frontera: Arica (Chile), Tacna (Perú) y El Alto (Bolivia), para comentarnos sobre el proyecto “Formadores para la Paz” :
Urgente necesidad de transmisión de valores para una cultura de Paz
“La frontera entre Chile, Perú y Bolivia, es un lugar de contrastes. Por un lado, nos une una historia de amistad desde el tiempo de nuestros pueblos originarios, que convivían en esta región y compartían la riqueza de su diversidad cultural. Al mismo tiempo, hoy en día, nuestras fronteras tienen un dinamismo que quizás nunca antes habíamos visto. El intercambio entre nuestros países, sin duda ha favorecido, de un modo amplio y diverso, la vida de nuestros pueblos. Este intercambio no se reduce al aspecto económico, sino que se da también desde el encuentro cotidiano y enriquecedor de nuestras culturas.
Pero por otro lado, en nuestras fronteras se levantan muros de enemistad, odio y discriminación. Barreras que están impregnadas de prejuicios y nacionalismos, que brotan de nuestras heridas del pasado, que aún no hemos podido sanar plenamente. Traumas que se sostienen en los mitos decimonónicos que han construido la identidad de nuestras naciones, y que vuelven a aparecer cada vez que tenemos un conflicto o una diferencia entre nuestros países.
Para los que nos somos originarios de esta región tri-fronteriza, nos sorprende esta extraña convivencia entre prejuicios y amistad, entre mito y realidad, entre conflicto y mutua necesidad. Quizás, como nunca, he sido testigo de la dicotomía entre el cotidiano encuentro fraterno entre nuestros pueblos y la subyacente herida no sanada, cargada de desconfianza, discriminación y mutuos maltratos.
¿Qué debemos hacer para reconocer que vivimos íntimamente interconectados, aunque los prejuicios nos hacen fantasear y creer que convivimos con el enemigo? ¿Cuál es el camino que demos recorrer para sincerarnos con nuestra realidad y darnos cuenta que en la práctica es muchísimo más lo que nos une, que lo que ideológicamente nos divide? Si a nosotros nos han transmitido mitos cargados de nacionalismos y de rencores del pasado, que evidentemente han fomentado la desconfianza y la división en nuestra región y entre nuestros pueblos hermanos ¿qué es lo que nosotros estamos dispuestos a transmitir a las próximas generaciones? ¿Estamos dispuestos a seguir sembrando el odio y el rencor entre nosotros? ¿Estamos dispuestos a seguir callando y silenciando, que en la práctica somos pueblos hermanos que mutuamente nos necesitamos para el desarrollo pleno e integral de nuestras culturas y para romper la dinámica de la pobreza que esclaviza a nuestros pueblos? ¿Estamos dispuestos a decidirnos cambiar una historia de enemistad por una relación de encuentro fraterno, justo y respetuoso entre nuestras culturas?
–
Hoy tenemos la oportunidad de hacer de nuestras fronteras puntos de encuentro, diálogo y unidad. Desde una nueva comprensión de lo que entendemos como frontera y de cómo miramos a nuestros vecinos, se nos abre la posibilidad de una relación más justa entre nosotros y por ende, se nos abre también el camino para que juntos superemos la desigualdad y la pobreza que afecta a nuestros países; y por consiguiente, construyamos también relaciones fraternas conducentes a una cultura de paz para nuestra región.
Esta dinámica de encuentro y colaboración, supondría una nueva mirada hacia la frontera, un nuevo modo de concebir nuestras relaciones y un esfuerzo enfocado en la transmisión de valores que construyan una cultura de justicia y de paz. En nuestras manos está el desafío de transmitir a las nuevas generaciones, por medio de la reflexión profunda, del diálogo fraterno y el testimonio coherente, de valores que superen nuestras desconfianzas y prejuicios, para dar lugar al encuentro y la unidad entre nosotros.
Sin embargo, para alcanzar relaciones más justas entre los pueblos, no basta la transmisión de valores, sino que son necesarios también, los gestos concretos que sean reflejos de esta nueva mirada. Como diría San Ignacio de Loyola en el número 230 de los ejercicios espirituales: “el amor se pone más en las obras que en las palabras”. Por esto, la transmisión de valores para una cultura de paz, supone por tanto, atreverse a enfrentar el desafío de construir una renovada relación entre nuestras naciones, sostenida en un discurso más moderno, pero también fundada en hechos concretos que fomenten el encuentro fraterno y justo de nuestros pueblos.
En este sentido, la formación en valores, puede ser quizás una de las herramientas más potentes, para ir generando la instalación de nuevas miradas en las próximas generaciones y la consolidación de testimonios concretos de amistad entre nosotros. Por eso, inspirados por la Buena Noticia de Jesús, la Compañía de Jesús presente en los tres países, emprende el desafío de asumir nuestra frontera como un lugar de Misión; y la colaboración con otros, como el modo de dar testimonio de que la frontera es un lugar de encuentro y no de división, es una oportunidad de desarrollo y no de confrontación, es un desafío de justicia y paz y no de marginación.
A partir de este deseo, se comprende la importancia del rol de los profesores de nuestra triple frontera Chile, Perú y Bolivia. De aquí la novedad y el desafío de nuestro proyecto “Formadores para la Paz”, especialmente en la transmisión y educación de los valores necesarios para la construcción de relaciones justas entre nuestros pueblos y de una nueva cultura de paz para nuestra región. De aquí nacen nuestros diálogos de frontera, nuestros sueños paz, y la comprensión de la urgencia de una relación de justicia entre nuestros pueblos, que no puede esperar más.
Cristián Rodríguez, SJ.
Coordinador de la Misión Jesuita Triple Frontera (Chile – Perú -Bolivia)